…Mientras pensaba eso, sentía como volaba boca arriba entre
nubes grises y aire irrespirable, como si esnifara piedras, mi vida se iba
apagando, todo por lo que había luchado se iba al garete en cuestión de
minutos. Entre todo aquel huracán de pensamientos logre escuchar y por lo menos
medio entender una serie de palabras lejanas.
-Aguanta, vamos a salir de esta – dice insuflándome aire que
yo interpreto a veces como un beso por la delicadeza con la que lo hace.
Fuera, es decir fuera de mis propios pensamientos, las
bombas caían y arrasaban todo lo que se encontraban, a estas alturas de la
guerra ya no se sabia que bando bombardeaba tal o cual terreno, era una lucha
encarnizaba, entre los soldados rasos como yo ya no había ideales de cualquier
bando ya no había ideales, ya se mataba por matar, se ocupaban ciudades,
pueblos y aldeas por ocupar, ya de eso se ocupaban los altos cargos desde sus
despachos y los mas osados desde sus tiendas.
Todo el país arrasado por la barbarie hasta mi propia ciudad que según
los noticieros de hace unos días -justo el día de mi huida- se había saldado el
bombardeo de la ciudad por un barco alemán desde el puerto con se saldó con 19
muertos, 55 heridos y 35 edificios destruidos.
El llamado acorazado de bolsillo (no se por qué se llama así) Admiral Scheer fue el culpable de esos
doscientos disparos hacia el puerto y baterías que habíamos construido para
defendernos de cualquier ataque, las cuales, algunas habían sido construidas en
época árabe para defendernos de cualquier ataque pirata berberiscos. La Estación de tren, la sede de Cruz Roja Internacional,
Socorro Rojo, el Hospital Provincial del siglo XVI, el Ayuntamiento, teatro
Cervantes, la Catedral, las iglesias de San Sebastián, San Pedro….
Monumentos históricos arrasados por esos cabrones, sin contar las vidas humanas
y la ruptura de familias abocadas a un dolor perpetuo.
No hubo más victimas en esos cuarenta y cinco minutos donde
aquellos malditos bastardos alemanes tomaron represalias contra mi tierra en
vez de la ciudad levantina de Valencia por ser
mi ciudad “de menos calidad naval” porque unos años antes, nada mas
comenzado el conflicto estuvimos trabajando en una serie de galerías subterráneas para refugiarnos de la metralla y las bombas,
gracias al maestro Guillermo Langle.
No puedo respirar, me ahogo, me muero, se acabó todo,
empiezo a convulsionar, mi “prisionero” me grita algo que no entiendo y pierdo
el sentido. Así, completamente desnudo voy a cruzar el umbral entre la vida y
la muerte, por fin voy a descubrir que hay al otro y lado, voy a comprobar si
al final tiene razón mi amigo el seminarista de que al final vas a eso que
llaman Paraíso donde no hay dolor ni nada que temer…
(Continuará)
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